jueves, 31 de marzo de 2011

humilde bosquejo de una triste canción

Si hoy pudiera ir al bosque de las ilusiones y tan solo perderme por un rato entre sus árboles que no permiten entrar ni a un rayo de luz, movería mi mente hasta su jardín central y reposaría mi cabeza cerca de su fuente para escuchar el calmante sonido del agua, solo así le permititía a mi espíritu abatido resanar. Me quedaría ahí por unas horas, simplemente descansando, dejaría a mis pensamientos serenarse y creo que después de un rato, tranquilamente me soltaría a llorar. La respiración del bosque me cantaría susurrándome al oído aquella triste canción de la que alguna vez escuche a mi viejo hablar.

De pronto, volví en mi mismo, desperté de mis pensamientos y de nuevo me encontré en el infierno de realidad del que me había enajenado. El reloj de la gran central ya marcaba las dos.

-¿Cómo le explicamos a Julián lo que pasó?

-Eso es lo que menos importa, ya todo se derrumbó.

-¿Estabas clavado en el filo de la nada de nuevo, verdad?

-Déjame en paz, por el momento no quiero hablar.

Dentro de mi mente, la mítica cancioncita volvió a sonar, durante casi un mes, todos los días sonaba y sonaba. Esto sucedió hace ya algunos años y en mi memoria ya poco queda almacenado. Esto es lo poco que he logrado recordar y que intento tararear:

…Hombre…

Cuando la tristeza invada al corazón… hombre

No se ha inventado remedio que la colme

¡Pobre! ¡Pobre!

¡Es bueno llorar!

¡Es bueno llorar!

Lala la laaa

Lala la laaa…

Cuando no hay razón para las lágrimas

O simplemente no la puedes descifrar

Cuando simplemente tienes ganas

Por tanto tiempo aguantar…

Déjate ir

Libérate

Es el momento de soltar…


¡lala la laaa, lala la laaa!...


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