jueves, 27 de enero de 2011

No Dr.Ep - a mi madre


La mente de Gyatso no estaba clara. Varias cosas lo tenían intranquilo. La noche mantenía su temple, no había luna, el frío era soportable, algunos podrían decir que tan solo se trataba de un clima fresco. Las riñas con las damas nunca dejaban a Gyatso con su conciencia pura. Él quería comenzar con la labor que tanto disfrutaba, pero el cielo de su pensar se encontraba nublado y ni hablar del panorama de su actuar ya que este se encontraba parcialmente limitado. Su máximo desplazamiento consistía en rondar por una habitación día tras día. Aunque agradecía haber logrado ir al baño sin ayuda, sentía una gran ansiedad por experimentar nuevamente al exterior. Añoraba que llegara el día en que pudiera salir y apreciar el firmamento.

Que poco valor le da uno a las cosas cuando se cree que estarán ahí por siempre. Por siempre para nosotros. ¡Cuán cargada de sabiduría estaba esa frase tan trillada que siempre repetía el señor de las cejas marrones!

Es esta naturaleza humana de primates la que nos ciega por completo, nos acostumbra a una realidad y cuando esta cambia, sufrimos por nuestro aferramiento a la misma. ¡Qué mala eres naturaleza que no le permites al hombre conocer la verdad!

Dichosos aquellos que padecen del síndrome de apreciación impermanente. A los ojos de muchos, son los elegidos para ser los nuevos maestros. El hombre que vuela ya lo venía anunciando en sus profecías, parece que el grupo divino ha llegado. Sí lo anterior es cierto, pronto le quitarán la cortina de los ojos a la humanidad entera.

¡Qué falso! ¡Qué hipocresía la de Gyatso! como se atreve a hablar así, cuando sus acciones son tan distintas. En ese momento se dio asco a sí mismo. Sintió que se merecía que un camello le vomitara encima. ¿Cómo podía enmendar su error? ¿Cómo poder obtener de nuevo la paz?

Deseaba viajar en el tiempo para evitar que todo aquello hubiera sucedido.

¿Cómo pedir perdón cuando uno no lo siente? A Gyatso le resultaba muy difícil ir en contra de sus sentimientos, a parte no era uno contraponiéndose a otro, era toda una oleada de emociones que explotaban en todas las direcciones, sin que ninguna se dejara controlar. La ira fue la primera en tomar posición y se apropio de su lengua, la cual escupió inmesurablemente veneno del que basta tener oídos para que lastime. De pronto brotó un flechazo de arrepentimiento pero una bomba de orgullo no le permitió lanzarse, un costal de coraje cayo desde arriba y opacó a las semillas de amor que comenzaban a germinar, una épica batalla estaba tomando lugar. Al parecer los sentimientos que reinaban eran los más allegados a la estimación propia del doctor. Si tan solo pudiera girar de ángulo su mente y darse cuenta de que él no es más importante que los demás, todo cambiaría, para bien.

Una vez que el doctor despejó su mente un poco, volvió a sentir una gran impotencia y desesperación por no poder volver el tiempo atrás y evitar el nefasto altercado, sin embargo, en un arranque de sensatez, se dijo a sí mismo, ya no puedes voltear atrás, los errores cometidos son la senda que nunca se ha de volver a pisar.

Para salir del agujero del orgullo, se debe dejar de pensar en uno mismo y comenzar a pensar en el amor que se tiene por los demás. Gyatso vio una luz al final del túnel y se decidió a arreglar la situación. Sólo un obstáculo más se interponía. Ya era demasiado tarde.

No era tarde en el sentido de que el tren lo había dejado, era tarde porque ya todos dormían.

Por último dijo:

"Mañana será un nuevo día, ojala le pudiese pedir perdón dormida"

viernes, 14 de enero de 2011

fuera de la bacinica



Lo que el Dr. Gyatso acababa de observar lo dejó sorprendido, la verdad es que jamás espero una reacción tan baja por parte de X, todo lo contrario, la tenía en un pedestal, y aunque fueran enemigos, Gyatso admiraba el arte y la genialidad con la que X siempre contra-atacaba. Que lamentable fue para él darse cuenta que había ganado la batalla. El triunfo no sabe a victoria cuando no hay un gran desafío de por medio. Esta guerra, que se le antojaba intensa, sucumbió con gran facilidad gracias a la peor de las artimañas. Propiamente, ganó por default, su oponente, decepcionantemente, utilizó una vía alterna para agredirlo, que lejos de causarle dolor o molestia, simplemente le causó una ligera tristeza y una gran desilusión. Es irrefutable que a pesar de ser enemigos, Gyatso admiraba a su antagonista. Siempre lo tuvo a la expectativa, siempre lo sorprendía con una ofensiva ilustre y digna de su ser. Esta guerra le apasiona al doctor por ser un reto al intelecto y a su capacidad como creador ya que permite una infinidad de posibilidades para interponer tácticas defensivas y ofensivas inimaginables que encienden la máquina creativa de sus contendientes para componer, manipular y alterar el universo de acuerdo a su conveniencia. Este hecho, siempre despertó en Gyatso una ávida curiosidad por saber la siguiente maniobra de su contrincante. Sin embargo, Gyatso nunca vio venir la infamia de su ruin adversario.

Si bien es cierto que en la clase de batallas que entablaron la regla de oro es la inexistencia de reglas y las únicas limitaciones que presenta son las del universo mismo, también es una realidad que existe un código de honor “no escrito”, que consta de ciertos principios rectores que todo adversario que se considere digno debe de conocer. Este acuerdo tácito por el cual los combatientes pactan conducirse con honor, rectitud y decoro también es conocido como lex belli y fue violado por X.

¡Cuan amarga victoria! La artimaña que utilizó tiene un nombre que, en el mundo fétido de donde proviene X, es llamada orinarse afuera de la bacinica.