domingo, 21 de agosto de 2022

Reflexiones sobre mi arte

Últimamente he estado pintando acuarela. 


Me di cuenta que mi arte no obedece a nadie, ni siquiera a mi mismo. No es controlable ni manipulable ni predecible. En el momento que alguien la intenta controlar aunque sea de la forma más sutil y bien intencionada, se revela, se aleja, se oculta, por un tiempo hasta otra vez sentirse libre. 


No está a la merced de nada ni nadie, ni de la mente consciente de su propio autor. 


Es libre, no premeditada, espontanea. En el momento que pierde esto, para mi ya no es arte, ya no es gozo, ya es más de lo mismo. 




bosquejo del 2014


Comienzo a escribir estás lineas sin la más remota de lo que escribiré. no tengo idea que resultará. Lo único que sé es que me ha nacido escribir. Tal vez es algo terapéutico. Antes, hace algunos años, cuando me sentía intranquilo, escribía como terapia relajante y me resultaba bastante liberador.

Ahora, años después regreso a escribir, de cierta manera guiado por el mismo impulso subconsciente de relajarme.

Siento que no quiero ser de nadie. Quiero ser de todos. No quiero ser el "mi" amor de nadie. Pongo comillas al pronombre posesivo, por que en efecto, lo que no deseo, es sentirme poseído.

Qué tonto pensar así. Yo decido como sentirme, en todo momento, y las palabras de alguien más no tienen ninguna injerencia real en mi manera de sentir. Creo que se debe a mi estimación propia. De nuevo está surgiendo. De nuevo he de contrarrestarla.

Mientras tanto, les contaré una historia.

Paloma vivía en un cuarto gris, más oscuro que claro. Una pequeña ventana permitía que entrará un poco de luz de vez en cuando sólo cuando no estaba nublado. Cabe mencionar que en el país donde vivía paloma, un día soleado era tan extraño como escuchar a un pato ladrar.

Pofronia era la capital de la tierra del hombre tortuga, en donde todo era lento, gris, igual, aestetico, deleznable, uniforme, estándar, medido y sobre todo normal.

Paloma vivía encerrada en su cuarto gris, debido a que su tío, un hombre mitad simio y mitad salvaje, que de vez en cuando se afeitaba el bigote, lo había decidido así hace ya algunos años, sin razonarlo mucho.

Paloma no entendía el porqué de su encierro y no conocía la vida fuera de su cuarto gris. Sólo sabía, sin tenerlo muy medido, que a veces un ratito de luz se asomaría por su ventanilla. Se preguntaba de dónde vendría esa luz, ¿qué clase de persona la encendería? No alcanzaba a pensar en la posibilidad de que existieran otros fenómenos que la produjeran. Paloma no tenía mucho de donde imaginar, debido a que eran muy poco los fenómenos que conocía. Le faltaba tela de donde cortar, para poder poner su mente a divagar.

Cabe hacer notar que por raro que pareciera, el encierro de Paloma no la hacía sufrir.

La tía de Paloma, era una prodigiosa poeta. Su nombre era Gisela. Viajaba en su nube gris, por todos los lugares de Porfonia, propagando su poesía. Ella únicamente escribía poesía para niños y era muy estricta en este sentido. Cuándo alguien le preguntaba el porqué de su escribir, tenía un razonamiento bastante lógico para sostener su respuesta.

"Todos los adultos llevan un niño por dentro, pero no todos los niños llevan un adulto".

Gisela, así, escribía para todos.

Los niños siempre están listos para escuchar, para aprender, para conocer nuevas cosas. Su mente es más pura y receptiva.

Los adultos no le gustaban como público, ya que en lugar de leer para disfrutar o deleitarse, leen con un ojo crítico, buscando poder dar una opinión que los haga parecer más cultos. Comparando autores con autores, obras con obras. Su mente está tan llena de nada, que no pueden darse el placer de disfrutar de las sensaciones que le lectura de unas palabras puede evocar en su mente. Siempre están buscando una razón que justifique su actuar. Esta razón tiende a ser utilitaria, pensando siempre en el costo-beneficio, aferrados a encontrar resultados tangibles, medibles e inmediatos.

Gisela no los juzgaba, más bien sentía compasión por ellos. Sabía que en el fondo su conducta no era intencional. Sabía que estos adultos, cuando niños, habían sido inculcados con una creencia errónea de que el éxito era la felicidad verdadera. Sus padres se habían esforzado en enseñarles con el ejemplo, que alcanzar el éxito en las distintas facetas de la vida era lo que realmente hacía a un hombre feliz, sin embargo ninguno había logrado dar un ejemplo completo. Crecieron en un entorno falso en donde frases como "si no veo por mi mismo, nadie lo va a hacer", se imprimieron en sus mentes, orillando su conducta a un extremo egoísta, un entorno donde las escuelas enseñaban que la manera de obtener el éxito, era procediendo al más puro estilo capitalista. La mayoría de los adultos en Profonía algún día fueron niños puros que querían ser felices, pero que fueron enseñados a producir dinero comprando la idea de que eso algún día los haría felices. Estos pobres seres se desarrollaron en un país en donde cada uno de sus habitantes, tiene la firme convicción de ser el centro del universo.

Querido lector, si usted realiza una simple observación científica, podrá notar de inmediato que la persona que saludó hoy por la mañana no es el centro del universo, ni la persona que vio caminando a medio día lo es. Ninguna de las personas que puedan pasar por su mente lo son. Confío en que le resultará muy claro reconocer que en efecto ninguna de ellas lo es.

Paralelamente en la misma situación pero desde otra percepción, si la persona que lo saludó hoy por la mañana realizará la misma observación científica, también podría notar que usted no es el centro del universo. Así mismo, la persona que lo vio mientras caminaba a medio día también podría realizar a ciencia cierta que usted no es el centro del universo. Y así las cosas siguen.

Por lo tanto, querido lector, si todos somos capaces de tener la certeza de que ninguna persona a nuestro alrededor es el centro del universo, incluyendo a nosotros mismos, entonces querido lector, ¿por qué nos dejamos engañar por nuestra mente y sentimos que lo somos?