miércoles, 26 de febrero de 2014

Gijón, playa que me permitió la reflexión.




Al caminar con los píes descalzos sobre los ríos miniatura que se forman entre tus arenas aprendí que el agua debe de fluir para no estancarse. Logré sacar mis fantasmas, logré soltar y dejar ir.

Tu silencio me sonrió haciéndome sentir en confianza. Me dejaste llorar lo que no había llorado y soltar lo que no había soltado. No mostraste inquietud ni hiciste ninguna cara, mejor optaste por escucharme con la prudencia del mejor amigo, con la compasión de una madre. Me cuidaste, me tuviste seguro, me orientaste, con el cariño protector de un padre.

Te recuerdo con gozo, sin poder evitar que surja la sonrisa natural que me trae tu simple pensamiento. Gracias por la frescura de tu brisa, gracias por el sonido de tu oleaje, gracias por tus personas caminantes alegres, por tus perros juguetones y danzantes, gracias por tu alegría y tu calma.

Intentaré fundirme en la paz que me diste, que más bien me descubriste, ya que ahora sé que siempre la tuve en mi interior, sólo que una manada engañosa de nubes no dejaba brillar tu sol, mi sol, el sol de un corazón contento. Éstas ya se fueron, se disiparon y corrieron. A veces pretenden volver a formarse, pero con una mente alerta las detecto y las contengo. Ahora que tengo el método, haré mi mejor esfuerzo.

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