miércoles, 6 de enero de 2010

Una bonita amistad


El regreso nunca es tan malo, el efecto es proporcional a la partida con la excepción de que ya se tiene una expectativa, aunque muchas veces cambia.
¿Cambiará algo en el destino del Dr. Gyatso?
Una cosa es cierta. El doctor se encontrará con muchas olas que vencer.

Como en su infancia, cuando iba al océano con su padre, el pequeño doctor le tenía un impetuoso miedo al mar, pero alentado por su padre comenzó a pasar todos los atardeceres luchando contra él, entablaba batallas y discusiones con el mar. El ejercicio consistía en una vigorosa repetición de patadas y puñetazos a las olas que llegaban a finalizar su vida en las costas del Pacífico. Los golpes siempre iban acompañados de gritos que retaban y desafiaban al majestuoso océano.

-"¿Eso es todo lo que puedes?"
y un golpe atravesaba el agua.

- "Ven, aquí te estoy esperando."
y una patada rompía la pequeña ola.

- "No te tengo miedo"
y toda la energía del pequeño Gyatso era liberada para vencer su miedo en esas tardes en la playa.

Y lo venció...


Al poco tiempo después, Gyatso y el mar se volvieron amigos, inseparables cuando se veían, los mejores amigos jugaban de sol a sol todos los días. Apasionantes eran sus bienvenidas como melancólicas sus despedidas.

A lo largo de los años, Gyatso fortaleció su relación con el mar. Conocía cuando estaba tranquilo y templado, o enfadado y picado, sabía exactamente cuantas olas el mar expresaba a partir de las seis de la madrugada hasta que la luna al sol reemplazaba. En fin, el niño Gyatso era feliz cuando el océano sus píes en la arena enterraba incluso hasta cuando una broma pícara el mar le jugaba y de sorpresa le revolcaba.

Cuando Gyatso cumplió la edad de 13 años se enfrentó a una tremenda desilusión, su padre le dijo en un tono sincero:

-“Hijo, tu que tanto disfrutas y te alegras de tu amistad con el mar, lamento decirte que no lo conoces ni en la quinta parte de su mitad.

La lágrima en el rostro de Gyatso ya no se podía contener más cuando su padre le comento:

-“Aun hay más. Para que una amistad pueda llamarse amistad, los amigos tienen que conocerse a suma profundidad.”

En ese preciso momento Gyatso se decidió a aprender a bucear.

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